Época: Prehistoria
Inicio: Año 3200 A. C.
Fin: Año 2500 D.C.

Siguientes:
Los datos más antiguos
El calcolítico en la Península Ibérica
El fenómeno del Vaso Campaniforme



Comentario

La Edad de la Piedra termina con el periodo Neolítico y a continuación se inicia la Edad de los Metales, llamada así porque el hombre inventó la metalurgia, a la que se consideró el avance tecnológico decisivo y definitorio de la nueva etapa cultural. La primera fase se denomina Calcolítico (calcós = cobre; litos = piedra) durante la que el hombre descubrió el cobre y comenzó a trabajarlo; la segunda etapa es la Edad del Bronce, momento en que empezaron a realizar aleaciones de cobre y estaño y, por último, se desarrolló la Edad del Hierro en la que ya se fabricaron objetos de dicho metal.
Aunque la invención de la metalurgia supuso, sin duda, un avance tecnológico importante, debemos recordar que no se trató de un hecho repentino, ya que aquellas sociedades antiguas conocían desde siempre la existencia y la manera de extraer todo tipo de piedras -se conocen minas de sílex- usadas para fabricar no sólo objetos utilitarios sino también otros elementos destinados al comercio y al intercambio. No es raro, pues, que empleasen rocas y arcilla o piedras semipreciosas como la malaquita y la azurita, que contuvieran en su composición minerales de cobre y que con el tiempo llegasen a descubrir sus propiedades para la fundición y la transformación.

El acceso al conocimiento de la metalurgia no fue idéntico en todas partes y muchos autores se inclinan a pensar que en gran número de ocasiones se debió tratar de procesos locales que, al principio, no tuvieron demasiada trascendencia y no jugaron un papel importante como industria que alterase la vida de aquellos grupos.

Las primeras piezas metálicas conocidas son pequeños alambres o punzones de cobre nativo fabricados por martilleo en frío, así como pequeños hilos de oro, el otro metal utilizado tempranamente porque también se encuentra en la naturaleza en estado nativo, generalmente en forma de pepitas. Sólo tiempo después se llegó al conocimiento de la fusión del mineral a altas temperaturas, técnica que requiere el uso de hornos herméticos y el empleo de moldes que permiten fabricar objetos más grandes, variados y resistentes.

Al principio, los hornos empleados eran sencillos, seguramente simples fosas recubiertas de arcilla en las que se colocaban capas sucesivas de carbón y de mineral que por el calor producido se iba fundiendo y cayendo al fondo de la fosa, del que se recogía una vez retirados los restos del carbón; como apunta Rovira, se ha demostrado que en un principio pudo usarse la simple lumbre del hogar donde se alcanzarían 600 o 700°, suficientes para transformar el carbonato de cobre en cobre metálico a partir de piedras como la malaquita, o incluso se han descubierto vasijas de cerámica con escoriaciones dentro, que podían haber desempeñado el papel de pequeños hornos domésticos.

Siendo importante el descubrimiento de la metalurgia, no es la única característica cultural que permite definir la etapa calcolítica, puesto que dicho invento se produjo en el seno de unas comunidades que seguían evolucionando y transformando sus formas económicas y sociales. Muchos autores, como Chapman, insisten en que la progresiva complejidad de aquellos grupos fue la que permitió el desarrollo de determinadas tecnologías y que esa progresión se apoyaba en la intensificación de los recursos que ya se conocían en el Neolítico.

Fue importante la mejora en la producción agrícola y los cultivos se vieron incrementados al introducirse sistemas de regadío, abonado de los campos y utilización del arado, primero tirado por el hombre y después por animales usados como fuerza de trabajo en el campo. El mayor aprovechamiento de los animales domésticos, no sólo en las mencionadas tareas agrícolas sino en la explotación de la leche o de la lana, también supuso un adelanto importante, hasta el punto de que Sherrat y otros autores han hablado de la revolución de los productos secundarios.

El uso de algunos animales para el transporte, unido a la invención de la rueda, permitió los desplazamientos a larga distancia tanto de personas como de productos y mercancías, lo que favoreció el intercambio entre comunidades distantes, la progresiva actividad comercial y la propia expansión de los nuevos inventos.

Igualmente se pueden observar cambios en el plano social, sobre todo en el paulatino aumento de la población o en la variación de los lugares de asentamiento, que amplían su tamaño y cambian de lugar, ocupándose ahora nuevas tierras que en las fases anteriores no habían resultado rentables. Las aglomeraciones mayores y la progresiva especialización en el trabajo fueron elementos determinantes para la aparición de estructuras sociales más complejas, con la consecuente aparición de mayores desigualdades y una autoridad o jerarquía más estable.